Fotografía cortesía de Alex Shuper 🧡
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Discursos segregacionistas

En mi oficio es normal despertarse un día, ver código del día anterior y preguntarse: “¿Yo escribí esta porquería?“. Veo que no solo ocurre con código. Ayer publiqué una entrada titulada “Primatología: directivos”. Ya no existe. Solo describía mi realidad trabajando con directivos y no aportaba nada. No molaba ni el tono. ¿Primatología? Que sí, que somos todos unos monos, pero decirlo así suena tan pedante, tan esnob…

He considerado que esa entrada era intolerable, y he reafirmado alguna que otra convicción por el camino. Irónicamente, es la entrada que más feedback positivo ha recibido; todos los compañeros que han tenido que lidiar con directivos sin formación técnica se han sentido muy identificados. ¿Mereció la pena?

No pretendo ir de gurú y menos en estos ámbitos donde estoy a un palillo de ser un hikikomori, pero sí tengo claro qué cosas me sientan mal y cómo he aprendido a cargármelas sin dudar. Quizás mi experiencia le sirva a alguien.

🔴🤚 Discursos segregacionistas

Una de las ventajas de exponer lo que escribes es que, salvo que seas un psicópata al que le importa un pimiento lo que pueda producir, te estarás preguntando un buen tiempo si no la habrás cagado, liando a quien pueda leerte o metiendo fuego innecesariamente.

Lo que escribí sobre los problemas de directivos o jefes de proyecto de software sin conocimientos técnicos no era erróneo, pero era innecesario. Esos discursos que señalan a roles comunes, especialmente cuando los asocian a algo negativo, suelen ser discursos segregacionistas si se publican a lo loco y se usan indebidamente. Si ese fuera mi objetivo estaría escribiendo en Linkedin o Twitter.

Si mi trabajo se fundamenta principalmente en unir, y si llevo toda la vida conociendo de primera mano los problemas de poner barreras entre las personas, el daño que provoca el mantener juicios inmutables por acciones pasadas, y un largo etcétera, ¿qué pinto escribiendo algo así?

Entre mis contactos no figuran directivos sin conocimiento técnico, ninguno va a leerlo y sentirse mal. Pero yo sí lo leo, leo un texto que solo fortalece una percepción negativa con un discurso donde realizo una generalización apresurada. He formado a siete directivos, solo siete (7) en todos estos años, y solo tres en el contexto de su entorno laboral, pero escribía esa entrada como si hubiera tratado a cientos con el mismo resultado.

Dudar cuando guste

Lo que hizo que se me encendieran las alarmas es la buena acogida de esa entrada. Ganar notoriedad por algo con lo que no te quieres ver reflejado es algo que siempre he considerado aterrador.

Tengo un problema que hace años manejaba de forma extraña. Implicaba esconder cualquier logro pasado indebidamente por connotaciones negativas que solo yo veía. Creía que si alguien me aplaudía algo de lo que yo mismo dudaba, eventualmente me acabaría sintiendo el triple de mal o pensando que cambiar de opinión me dejaría como un fraude.

Hoy día le he encontrado un sentido más justificado. Me he topado demasiadas veces con variaciones de la ley de Twyman: cuanto más interesante y polémico es un discurso, más probable es que esté equivocado; cuanto más impresionantes sean los datos, más probable es que sean fruto de un error o de una manipulación deliberada. En este caso, lo asocio al reduccionismo tan bestia que apliqué.