La enseñanza es la forma de aprendizaje más profunda
Nuestro arte u oficio, el que intento transmitir y que identificamos como artesanía de software —haciendo esfuerzo por resaltar una naturaleza gremial—, se caracteriza especialmente por el uso de la comunicación.
Puede que no exista maestro en esta profesión que dude de ello. Con notable seguridad, si tuviéramos que elegir una habilidad transversal asociada a la calidad de un desarrollo de software, elegimos la comunicación, pues está presente de alguna manera en todas las técnicas, procesos y herramientas que utilizamos.
No es necesario que una persona sea experta en oratoria, que hable bien en público, ni siquiera que hable bien en general. Puede no ser importante si tartamudea, si tiene poco vocabulario, o si no tiene fluidez con el idioma en el que intenta expresarse. Puede que no importe en absoluto si comete errores ortográficos, si usa tacos o los evita a toda costa. De hecho la riqueza y complejidad léxica puede ser contraproducente si dificulta o sobrecarga el mensaje.
Lo que sí es importante es que sepa extraer y simplificar ideas, que persiga la precisión semántica pero manteniendo a raya los dogmatismos. Y aún más importante, que dude y esté dispuesta a criticar, pulir, reemplazar o destruir sus propias ideas —o la expresión de las mismas— de ser necesario.
No es posible una correcta comunicación sin un esfuerzo empático. La empatía entendida como una habilidad, es la piedra angular de una correcta comunicación. Como toda habilidad, esta se puede —y se debe— entrenar, en un proceso que no solo nos vuelve mejores profesionales, también mejores personas.
Si bien estas habilidades son clave en cualquier oficio y en la vida misma, los desarrollos de calidad se vuelven extremadamente sensibles a su dominio. Descuidarlas es un camino asegurado hacia hábitos que provocarán la introducción constante de complejidad accidental.
¿Crees que es casualidad que las personas más famosas de la ingeniería de software, en el pasado y en el presente, tengan sus habilidades para expresar ideas y divulgar a la par de sus habilidades técnicas? Yo no lo creo, y tengo en cuenta el error lógico evidente: “son famosas precisamente porque divulgan”. No, no creo que sea casualidad. Como tampoco creo que sea casualidad que el primer valor del manifiesto ágil sea “Individuos e interacciones sobre procesos y herramientas”.
En muchas otras artes, la divulgación no necesariamente requiere la excelencia técnica y práctica continua en el área. Si bien debe comprenderse lo suficiente para poder hablar con un mínimo de autoridad.
En esas otras artes vemos casos contrarios: muchas mentes brillantes resultaban no ser especialmente buenas acercando sus ideas a compañeros, ya no digamos a sangre nueva o a estudiantes.
Algunas disciplinas a priori dispares, como la filosofía o la artesanía de software, comparten claramente de habilidades similares, y es que existe una correlación directa entre lo bien que hacemos software y nuestra capacidad para estructurar y expresar ideas. No es necesario dedicarse a la divulgación (externa), pero sí es necesario contar con la habilidad para hacerlo, pues debemos hacerlo a nivel de equipo o para nosotros mismos.
La enseñanza permite trabajar todos estos conceptos. Es a fin de cuentas, una forma de divulgación. Al menos, si quieres enseñar bien, debes perseguir la excelencia técnica, dudar de todo mientras haces un esfuerzo empático que te ayude a destilar realmente el problema. No puedes pillar cosas con pinzas, no puedes simplemente ir hacia delante sin tener claro algo, porque es tu responsabilidad no transmitir tu incertidumbre a tu alumnado.
Ese esfuerzo empático es vital, en grupos reducidos, o durante la mentoría, es vital identificar la desorientación y frustración para minimizarla cuanto sea posible. También para no pasarnos de condescendientes y siempre intentar apretar lo justo.
Es por esto que suelo recomendar a todos los profesionales acoger a alumnos en prácticas y ejercer la mentoría, mejorando estas habilidades y revisitando ideas. También suelo recomendar a empresas fomentar el trabajo en parejas (pairing) y la rotación de las mismas, de modo que todo el mundo tenga oportunidad de instruir o ser instruido, o como mínimo, de compartir ideas, formas de pensar y debatir, de mejorar su comunicación y asertividad, conociendo el trabajo de otros y creando vínculos que refuercen el crecimiento personal y del equipo, fomentando la transmisión de conocimiento.